

El 4 de agosto hice mi simulación docente. El tema era "Consideraciones generales sobre la evaluación del aprendizaje". Sólo quien ha pasado por la misma experiencia puede imaginarse el stress previo, el nerviosismo y la preocupación por no hacerlo bien que me acompañaron durante, al menos, dos semanas. Hasta tal punto me "abdujo" la tarea, que llegué a soñar noche tras noche con "el momento", lo que decía, cómo me sentía. Lo bueno es que me veía haciéndolo muy bien, pero entonces la presión aumentaba: ¿sería capaz de cumplir mis expectativas?, ¿de hacerlo parecido a como lo hacía en sueños?, ¿de convertir una clase teórica en una clase un poquito más activa y amena?, ¿de conseguir que "mis alumnos" aprendieran algo?, ¿de tratar todo lo que quería tratar?,... ¡Pues sí! no sé si los "resultados" de mi simulación fueron los esperados por los demás pero, después de haber pasado tantos nervios, me sentí tan bien que no me lo podía ni creer. Fue como una obra de teatro, me veía totalmente en el papel de "profe" y me encantó. Al principio estaba un poco nerviosa, pero enseguida se pasó. Hasta se me hizo corta la clase (porque para mí estaba dando una clase), me lo pasé genial. En definitiva, tengo que reconocer que fue una de las mejores experiencias de mi vida. Si os parece exagerado, a mi no, porque es una experiencia que recordaré en los momentos en los que me sienta insegura, nerviosa, estresada... que me recordará que la recompensa, la satisfacción es muy superior a todo lo anterior. Podía haberlo hecho mejor, seguro, pero me quedé tan satisfecha de mi trabajo...
La conclusión final es que todos los nervios pasados, el stress, dudas, sudores y demás... fueron positivos porque me motivaron para trabajar más; y que el trabajo en este caso no consistía tanto en preparme yo la materia (que también), sino en programar qué, cómo, cuándo y con qué se lo iba a enseñar a los demás y no perder esta perspectiva durante la simulación. La importancia de la metodología.